miércoles, 10 de febrero de 2010


Estoy segura que a algo les recuerda.
Un ejercicio de la amistad
Con regularidad es mejor la ficción que la realidad

La sonrisa que asoma por la venera de la puerta del dormitorio de Sara, enmudece. Un fuerte portazo eleva sus ojos sobre la cobija. La jala hasta envolverse con los sonidos de los pasos apresurados. Helados susurros vuelan arriba, en la gran bóveda de crucería. Querubines fijos en la cama de Sara. La ventana de la torre se abre de golpe y el aliento de la montaña ciñe su frente… y nada.

El sol brilla, las flores alegres esparcen su roció por el campo y, suaves, rozan la delicada nariz de Beka. El contraste del blanco puro de su almohada resalta esa negra cabellera, motivo de locuras en los pastos del jardín de la tía Ana. Aun quedan algunos pastos rebeldes, adheridos sin la menor intención de retirada.

Sus largos brazos le cubren todo el vientre sin que se pueda mover. Ella contiene ese grito que le carcome el interior. Su mirada, casi al brote de esas enormes esferas, reduce su centro al mínimo punto. Objeto de su fijación, la peña de la que sus pies se desprenden para seguir, con él, hasta el vacío en una caída larga, eterna.

Estruendo recorrido del sonido por cada cavidad del aparato auditivo. Viaje de una pared hacia otra, tubo interminable y hasta las neuronas, que en red extienden el mensaje, viajero de mil partículas, llevado por torrentes sanguíneos y hasta las uñas, resuena en estruendo júbilo la palabra poseedora: ¡mine!

Canto que cantas cantatas encantadoras.


lunes, 25 de enero de 2010

LA PATOCHADA
HOY, UN CUENTO

Educada en escuela de monjas, Jade Ramírez Sandoval, era, además de hija única de la familia Ramírez Sandoval, una mujer con atributos físicos bastante favorables: trigueña de cabello inmensamente castaño obscuro, cuerpo generoso, casi atlético, rostro ovalado con ojos grandes y rasgados. Así, Jade, como mimada hija única era privilegiada pues sus padres le habían cumplidos todos sus caprichos, algunos de los más comunes era cambiar de guardarropa en distintos puntos del mundo, del primero para precisar; por ejemplo algunas blusas y vestidos de vanguardia los surtía en New York, en la quinta manzana; se jactaba de contar sus aventuras por Italia en la búsqueda de los zapatos exclusivos, esto porque en ningún otro lado del universo se ajustaban a los enormes pies que a pesar de las cirugías para disminuir su prolongada herencia paterna de la unión de las segundas falanges de los dedos pulgares de los pies. Toda una pieza al comprar la lencería francesa, aunque reconocía ante Rocío del Alba, su mejor amiga, que las creaciones latinas combinaban delicadeza en la textura de sus encajes con el toque del color candente de nuestra sangre, algo de lo que se enorgullecía pues en los círculos de sus amistades en el extranjero no dejaban de hacer notar esta particularidad de su “delicioso carácter”.

Ir a la ópera, sólo para saludar familias aristócratas de musisian, como ella decía; pero si se trataba de las grandes fiestas, ella jamás pasaba desapercibida, pues se las ingeniaba para hacerse notar con sutileza; unas ocasiones tomaba a su esposo del brazo y lo obligaba a bailar abriéndose pista y abriendo los brazos, sonriendo y bajando un poco el rostro para destacar sus enormes ojos. O bien, al tocar un tema, nadie sabe cómo su voz iba tomando el mando son risas y comentarios sarcásticos como: “pero eso quién no lo sabe…” seguida de una explicación por demás incoherente pero llena de atracción para los presentes. Invitaba a continuar con la fiesta mediante un guiño pícaro o con un acompasado movimiento de manos mostrando su perfecto manicure que al tono encendido de sus uñas abanicaba su rostro resaltado, por supuesto, sus enormes ojos.

Así es ella, decía Arturo ante las expresiones de sus padres y amigos que ya tenían mucho tiempo en trato y amistad con las familias. Ninguna disculpa valía para la paciencia infinita de sus amistades cercanas, sencillamente la dejaban ser.

***

En una zona exclusiva de Zirahuén, una modesta cabaña se esconde entre los pinos que, vistos desde el pie, casi tocan el cielo y valsan al compas del viento musical; en conjunto las olas diminutas, anestesia de las bestias, como decía Arturo, completaban el ciclo musical de ese espacio íntimo del lago que se cierra ante el enorme espejo del lago.

Sentado bajo el pino que lo abraza, y acompañado de Mutra, las estrellas matutinas del lago iluminaban los ojos de aquel que atento recuerda un sueño –ojos marrones enmarcados de la mascada blanca de seda, un vestido blanco, escote a todo lo posible y tirantes anchos al hombro que resbalaban suaves por esa piel crema, unos labios rojos mordisqueando la punta del la patita de los lentes Prada. Nada, ni el conjunto de los árboles igualaba la belleza de Jade, la mujer, su mujer, que no le provocaba más que delicia visual. Belleza al final de cuentas, pero cansancio y apatía, simpatía y cordialidad en su trato cotidiano y ante todo paciencia estoica en esos momentos de acto sexual frustrado. Ya ni los coordinados de encaje negro con cintillas doradas provocaba la libido del esposo, acto seguido de la furia desencadenada de Jade ante el rechazo de quien suponía tenía en casa para cuando Sebastián iba de motocross a otro estado.

Inquieto como cualquier joven que se sabe lindo y conquistador, Sebastián Torres se hacia el interesante cuando no estaba en Morelia, nunca contestaba las llamadas de Jade porque el acuerdo consistía en que sus encuentros eran cada inicio de semana y viernes por las tardes en el departamento de las Américas. Pacto que Jade tuvo que respetar a fuerza de desprecio total de Sebastián.

La nena que no supo en qué momento ya no era la nena de Arturo, buscó alternativas amatorias con un joven que conociera en un pequeño choque entre el gran marquiz y una moto; después del peritaje las visitas al departamento de Sebastián no eran precisamente para entregar papeles para firmar. Basto un roce al tomar la pluma y los documentos volaron; desde entonces eran amantes, nada secretos porque salían a tomar una copa y de ahí a la privada detrás de Sambors.

A Arturo no le preocupaba que Jade tuviera amante, de hecho la justificaba diciendo –pobre alma solitaria- en cambio existía otra cosa que era alarmante por la imagen pública que debían cuidar: su descaro, el de ambos, Jade y Sebastián, al exhibirse de la mano en los lugares a donde tomaban la copa y que era frecuentado por las amistades de las familias.

(ESTE ES UN COMIENZO, SI QUIERES, DESTRÓZALO)

domingo, 16 de agosto de 2009


PATOCHADA

Sé feliz, porque yo soy feliz;
detesta porque así lo siento ahora;
ríe conmigo, hoy es momento;
diversifica tus opciones, eso pienso;
condiciono mi presencia y el etcétera...

Nos gusta pensar que se es el titiritero

Desvarios

De todas las personas de este planeta, los que me duelen más son aquellos con los que tengo un lazo. Desde hace mucho tiempo que he aprendido a respetar radicalmente las decisiones de las personas a razón de aquella experiencia: nadie me duele más que aquellos con los que tengo un vínculo.

Qué puede esperar una de los otros que no son yo; creo que no mucho porque yo tampoco suelo dar mucho; es correspondiente lo que tengo de la gente. En realidad quisiera que esto que siento desapareciera, que pudiera ser inmune al dolor, pero parece que entre más pasan los años, más intensas son las emociones y sentimientos provocados por los que están fuera de mí.

Sea ese el refugio de mí desaforada condición: la razón, la ciencia, la objetividad. Sea tal vez que no tengo los elementos para poder decir lo que siento o lo que creo pensar.

Y aquí estamos: libres, y descarriados por las convencionalidades de la sociedad; no somos los clásicos hipócritas que decirnos creer en algo y actuamos contrariamente. Somos seres humanos con los hierros de cualquiera que los cometa; sentimos dolor, tristeza, desencanto y estamos solos como una condena inherente al nacer.

Si de algo puede servirme la inteligencia emocional es para saber claramente lo que siento y las posibles reacciones para modificarlas en caso de que sea necesario.

Me encanta el arte porque nunca me ha decepcionado, siempre me dice la verdad con todo y pelos.

Me quedo con la música, con la pintura, con la danza, el teatro, las letras y mi colibrí.

viernes, 20 de febrero de 2009

SALTANDO EN EL POLVO DE LA LUNA




¿Quién no ha soñado alguna vez que vuela?



Sobre concreto firme me encuentro en el centro de la calle, llena de casas y edificios, en silueta blanca, cabello largo, suelto, lacio y negro. Camino descalza y escucho, detrás de mí, un murmullo de gritos de campesinos, listos a iniciar la persecución, con todo tipo de armas propias de su labor.


Mis sentidos se ponen alerta; comienzo a correr e intento impulsarme, salto inútilmente porque sigo en mi lugar, mis pies no se despegan del suelo; lo intento de nuevo con una fuerza que una saca de la angustia y, por fin, me elevo unos segundos alargando el último paso sin resultados, regreso al piso con mi carrera.


Voy de nuevo con desesperación en insistencia y… ¡bien! He logrado la ligereza para volar; estoy tomado altura justo cuando a mis pies la gente con rabia continua la persecución y tratan de aferrarse a mis extremidades bajas.

Vuelvo a caer, y esta vez mi impulso me hace saltar repetidas ocasiones sobre los techos de las casas en un intento de escape interminable; a mi paso: patios, mujeres en pijama; riéndome, ahora sí, de mi hazaña, divertidamente asustada por escapar de la gente que sale a mi encuentro por todas partes que me estaciono.


De una noche oscura y llena de gente mi día se sitúa en una de esas casas en las que caigo repentinamente. El lugar es familiar, guarda parecido con una casa en la que llegamos a vivir con mi madre. A pesar de dudar de los rostros conocidos, donde el tiempo no parece pasar por ellos, gente y casa no son los mismos. Concentré mi mirada en aquella edificación de un estilo afrancesado, como castillo abandonado, sobre el cual, el sol del atardecer torna los muros de un tono amarillento y rosado (se está derrumbando) Continué volando en círculo sobre la visión, para examinarla porque algo estaba pasando: hombres vestidos de negro, pálidos, hermosos, salían de los muros de la que alguna vez fuera mi casa. Me acerqué con mucha precaución, intenté aterrizar fallidamente: “no tengo experiencia en esto de los aterrizajes”, pensé con un profundo dolor por la evidencia de verme estampada contra la pared de cantera cálida y obscura en sus bordes.


El sol se ocultaba, y como pude me trasladé a una pradera alta y desértica, con cañones deslavados, formando unas largas fallas profundas, delgadas. Estaba cansada, y decidí parar, bajar a descansar: “con cuidado, cuidado… ¡listo!” logré ponerme en pie con un ligero zarandeo. Toqué tierra gris, brillante con el planeta tierra como paisaje, estaba en lugar de la luna.



Fatigada, me recuesto sobre ese polvo como de talco; junto a mí, un pequeño radio rojo, era el único objeto que resaltaba porque la perspectiva era en tonalidades grisáceas. Las noticias dicen que los planetas colapsarán provocando una ligera lluvia de estrellas, previniendo que la humanidad jamás apreciará un espectáculo igual en cientos de años.


Escuché, de pronto, un sonido potente que venía de menor a mayor, eran silbidos y aire combinados de una enorme luna que me dejó ver sus cráteres, sobras y luz impropias. Una especie de presentimiento me hizo voltear para presenciar la experiencia más asombrosa y deseada de mí vida: ver pasar a Venus tan azul y fluorescente, virando brillantes añiles, claros, casi blancos. Como un sonido laser, se acerca ante mis ojos el poderoso, imponente y asombroso Júpiter… el silencio devino de un suspiro profundo evocado del término de esa maravillosa visión con la suspensión, frente mí, de ese planeta y su ojo obscuro.

martes, 13 de enero de 2009


El dolor como un acarreado
La implicación de negar algo al afirmar, acarrea el dolor por lo negado. Muchas veces no podemos imaginar lo que negamos, pero lo cierto es que hasta esa ignorancia ocasiona dolor. Salvos aquellos que en su inocencia no pueden darse cuenta de lo que no ven, porque los conscientes de lo negado sufren en la espera vacua de tener aquello que no puede ser; incluso esa negación puede tornarse en deseo y entonces lo negado es ocasión del dolor con mayor intensidad.
Hay en esto una vivencia terrible: cuando la vida de los seres humanos se eleva hasta una experiencia insoportable.
Un ejemplo es la insatisfacción de entrar en relación amorosa con alguien que resulta altamente atractivo (a), pero que el sujeto se niega la experiencia por una insólita e irracional contradicción: no soportar la libertad de uno de ellos. Vaya vicio con el que la cultura nos enferma. Y ¿por qué simplemente no nos compartimos con quien queramos? ¿por qué somos capaces de soportar nuestra libertad pero no la del otro? ¿ por qué no somos generosos con el otro que nos ocasiona amor a que realice el amor con otros como con nosotros? ¿por qué cuartar el deseo o reducirlo a uno, cuando todos somos capaces de sentir por más de uno amor, pasión o deseo?
La filosofía y otras disciplinas tienen sus propias y múltiples respuestas… yo por el momento no tengo más que aquellas preguntas.

martes, 2 de diciembre de 2008

UNA PATOCHADA

Un silbido me levanta súbito, son las dos de la mañana en el despertador del radio, ese que está sobre la mesita del televisor, frente a la cama, en donde, por cierto, no me he dormido durante semanas, pues el calor de abril me deshace la piel y sudo como un cerdo.

¡Otro silbido! Pero esta vez en el oído derecho, es más largo y no para. Lo tapo con las dos manos, pero no funciona… ¡ay güey! Me voy de lado, todas las cosas se mueven en un espacio que se desvanece y aparece el blanco. Un color, como aquel cuando estaba ensayando para la escolta después de tres horas bajo el sol y una cruda espantosa.

No sé por qué de repente estoy en la ventana… abro los ojos con el silbido menor, y lo que veo, simplemente no tiene lógica: curvas desordenadas en la calle, cuerpos agitados de un lado a otro, sin orden, sin sentido, cubriendo uno y otro de sus oídos. Toda la calle de enfrente y la lateral cubierta por dolientes. Volteo a todos lados y es el mismo paisaje.

Silbido de uno y otro lado hasta perder el sentido y viajar hacia el país de Alicia, hundiéndome por ese pozo sin fondo, flotando, cayendo, bajando sin tocar piso o algo que se le parezca… en el descenso escucho las voces que, en coro, se lamentan como los apesadumbrados del sexto circulo del infierno de Dante. Viene la luz otra vez, suave va abriendo paso a la ceguera, deslumbrado me quedo y…

miércoles, 26 de noviembre de 2008

ETERNO RETORNO

Una de las razones es la afirmación de que el estado de guerra es innatural y
que de aceptarlo se acepta con aquello la ley del más fuerte.
Sea porque se crea como derecho al derecho violento,
sea porque dado que no se quiere la violencia,
por la natural tendencia al bien y
porque de la violencia no devienen leyes,
se acepte libremente la imposición del vencedor.


No importa, si tienes que irte no me opongo.

Se que desde hace mucho tiempo han estado reconstruyendo lo que perdieron.

No es mi responsabilidad hacerte cambiar de idea de vida o de pasiones. La verdad no me interesa. Porque si esa es tu tendencia, creo que a nadie le toca “liberarte” porque no existe tal prisión. Cada cual sigue lo que siente y lo que hace que su vida tenga sentido.

No, yo te amo. Estoy enamorada de ti. Pero eso no significa que quiera continuar construyendo la misma cadena circular de la supuesta tragedia de la vida. No creo en eso. Como tampoco creo que me plazca edificarme en la virtud por el martirio. Es demasiado romántico para mí.

La verdad no sé qué seguirá en mi vida. Pienso que puede mejorar. O empeorar…

Si, de hecho ya te extraño.

…” y el corazón desciende en su latido, los hombros comienzan a tirarse hacia delante, supinamente, se recogen. La garganta se tensa y los lagrimales se inundan”…

Pero no pasa nada nuevo.

Ese es el problema, mi problema. Tal parece que esa ha sido una constante. Por eso creo –quizá por necesidad- que el cambio es inminente. Esa es una idea que me ha dado vueltas desde que fui consciente de la permanente fila hacia el infierno dantesco.

No te preocupes, estaré bien. Hacia mucho que no sentía el nudo en la garganta. Creo que lo extrañaba. Esa sensación… creo que nos parecemos. ¿Recuerdas que en los últimos meses buscaba cualquier pretexto para reñir o discutir? Intuyo que por eso nos parecemos.

Ya, déjame en este “estado” y no sientas remordimiento. Que en esta batalla parece que el tablero de ajedrez fueron ustedes dos.

Discúlpame. La verdad lo lamento por ti que te use para una pequeña y vacua disputa mujeril. Quien haya dicho que la inocencia se materializaba en la mujer y los niños, fue demasiado fantasioso. La maldad la contenemos desde que somos…

Nada. Continuar, ya te lo dije. Tengo trabajo, tengo mi pensamiento indefinido, la escuela, el dolor y un buen amigo.

En realidad el molde no cambia, cambia el escenario y cambian los actores. El argumento es idéntico a cualquiera que ya se haya vivido. Esa es la causa verdadera de mi rabia. Por eso no me duele que te vayas, sino que todo volvió a disponerse para que la historia retornara en este momento. Siento como si el tablero se trasladara en dimensión y… ¡eso si me da cólera!

¿Distingues mi esencia? ¿Verdad que no hay nada de que arrepentirse? ¿Continuarás con lo que hasta ahora no has podido decirme, o decides convencerme de que no es tu culpa –porque en realidad no lo es- sentir lo que sientes por ella? ¿Que no eres responsable de cómo fue surgiendo lo que sienten, que si yo y mi trabajo, que si tú y tu inútil soledad?
... Creo que es para ti.
Ash!! Ya basta de… ¡termina de irte!

Monica Cristina

LA PATOCHADA, presenta con gusto algunos textos, en partes, de una amiga querida, estudiosa y guapa, Monique Fuentes.

Introducción.-

Cuando me siento a escribir es como si perdiera la noción del tiempo, es como si encontrara un espacio propio, mío y de nadie más.

Es por eso que algunos de los pequeños textos que aquí expongo son tan personales, pero lo que trato de hacer con esto, muy independientemente de compartirlo con alguien completamente desconocido a mi, es mostrar que a final de cuentas todos nos hemos sentido tristes, melancólicos, rechazados, decepcionados, enojados, deprimidos y todos esos sentimientos que nos toman y nos hacen sentir tan vivos.

Si, estamos vivos; y aunque la mayoría del tiempo no sabemos como vivir, lo hacemos todos los días, constantemente, con cada segundo que pasa y que al mismo tiempo se nos escapa.

Estas son algunas memorias, algunos momentos que han quedado guardados en mi baúl de recuerdos, que ahora he sacado y he compilado. Es abrumador y a veces hasta temeroso mostrar lo más profundo de nuestro ser pero a veces simplemente es necesario, tal vez así pueda de alguna u otra manera ayudarme a comprender un poquito más al ser humano o tal vez pueda ayudarlos a ustedes a comprenderme un poquito más.
No lo sé, simplemente sé que era momento de sacar algunas memorias del baúl para que no pesara tanto y el recorrido que me espera poderlo hacer con un peso un poco más ligero.