domingo, 16 de agosto de 2009

Desvarios

De todas las personas de este planeta, los que me duelen más son aquellos con los que tengo un lazo. Desde hace mucho tiempo que he aprendido a respetar radicalmente las decisiones de las personas a razón de aquella experiencia: nadie me duele más que aquellos con los que tengo un vínculo.

Qué puede esperar una de los otros que no son yo; creo que no mucho porque yo tampoco suelo dar mucho; es correspondiente lo que tengo de la gente. En realidad quisiera que esto que siento desapareciera, que pudiera ser inmune al dolor, pero parece que entre más pasan los años, más intensas son las emociones y sentimientos provocados por los que están fuera de mí.

Sea ese el refugio de mí desaforada condición: la razón, la ciencia, la objetividad. Sea tal vez que no tengo los elementos para poder decir lo que siento o lo que creo pensar.

Y aquí estamos: libres, y descarriados por las convencionalidades de la sociedad; no somos los clásicos hipócritas que decirnos creer en algo y actuamos contrariamente. Somos seres humanos con los hierros de cualquiera que los cometa; sentimos dolor, tristeza, desencanto y estamos solos como una condena inherente al nacer.

Si de algo puede servirme la inteligencia emocional es para saber claramente lo que siento y las posibles reacciones para modificarlas en caso de que sea necesario.

Me encanta el arte porque nunca me ha decepcionado, siempre me dice la verdad con todo y pelos.

Me quedo con la música, con la pintura, con la danza, el teatro, las letras y mi colibrí.

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